25.8.12

Rutina del escritor

La rutina del escritor, de lo menos rutinosa y de la más productiva de las rutinas de cualquier oficio. Es simple, pero a la vez compleja. Su simpleza reside en lo que es un molde predefinido que marca el ritmo de todas las rutinas. Su complejidad se acomoda en que el molde varía, día tras día renovamos molde. Pero, ¿cual es el molde?

Te levantas un día cualquiera. Como de costumbre, tu historia, con todos su personajes, con el acoplamiento de una introducción válida, la firmeza de un nudo competente y el desenlace revelador e impactante que todo buen relato debe tener, te ha estado dando la lata toda la maldita noche. Tus escritos no entienden de estrellas o sol, sino de vivir o morir. Obviamente, coges un lápiz con el deseo de escribir algo que se pueda leer. Que horror, esto es una mierda, dices después de un par de párrafos. No quieres tirarlo, pero sabes que es un amante parasitario. Tanta práctica te permite encestarlo de una sola vez en la papelera, que rebosa de bolas de papel arrugadas. Vuelves al relato, y comienzas con la idea principal en mente, a desarrollar el esqueleto perfecto de tu obra. Bien, ya si se va encaminando.
Con tus tripas como leones, te levantas y te preparas un café y una tostada, con la seguridad de que has empezado el día con buen pie. Te comiences a sentir orgulloso de lo que escribes y te comes el desayuno en un santiamén. Con un buen presentimiento en la mente, decides que es mejor reposar el cuento un poco, sabe esperar. Das un paseo, sales con unos amigos, te despejas, aunque no totalmente. La idea sigue ahí, seduciendote, intentando inmortalizarse en tinta bajo tu mano. Comes con una sonrisa en los labios, como aquel que ha conseguido que le publiquen una novela que le ha costado años. Vuelves a tu escritorio, y te sientas.
Decides dar una lectura rápida de enganche a lo que ya estaba perfecto. ¿Qué es esto? De nuevo un triple y a la papelera. Te das cuenta que has estado perdiendo el tiempo. Tienes otra oportunidad, comienzas a escribir. Nueve puntos para el escritor fracasado, con su tercer triple.
Comienzas a dudar de tu oficio. Nada sale como quieres que salga, y lo que sale como quieres que salga no es bueno. Estas enfadado con tu argumento, pero no paras de escribir. Los triples se pueden alargar hasta la noche, hasta incluso la hora de "dormir", en la que puedes encestar una y otra vez los escritos de tu mente.
O también puede ser que te tranquilices con tu historia. Es buena, deja que tus personajes hablen, tan solo quieren sacar lo que llevan dentro. Dejas el lápiz sobre el folio, y comienzas a escribir. ¿Qué es esto? No, no es para mal, no es como antes, ahora sientes un cosquilleo en las manos mientras escribes. "Esto si que es una sonrisa merecida, no lo de esta mañana" piensas. No piensas mal. Tus ojos ven las palabras ya escritas, lo único que debes es seguir la marca, como calcarlas en el folio. Es tan sencillo escribir. Incluso puedes pensar en otras cosas. Es cuando la bicicleta se tambalea y te recuerda que estas en un camino lleno de piedras, cruzando una montaña a una altura de dos mil metros.

Cuando terminas dejas tu firma, con un alivio increible. ¿Que me pasa? Escuchas un grito. Ya es la hora casi de dormir, he olvidado cenar. Has pasado horas escribiendo, pero ha merecido la pena. Sigues escuchando ese grito. Quiero dormir, estoy cansado pero ¿Quién grita? Callaros de una vez, no quiero nada de vosotros. ¿Qué? ¿Otra historia? No, no gracias, pero acabo de escribir una. No paran de gritar, voces dentro de ti, que narran una historia difuminada.
Un robot asesino, un científico loco, un dragón sin alas, un soldado enamorado, un escritor maquiavélico, qué mas da quién es. Lo unico que quiere es abrirte en canal y salir dentro de ti.
Le das una oportunidad, y dejas que empiecen a contar su historia. A regañadientes, le recuerdas: "Será la ultima vez que deje que conteis esto a la hora de sobar, ¿Está claro?"
No, no está claro. Seguirá siendo así siempre que seas escritor. Es la rutina del escritor, quién sabe si alguno tuvo una cadena de fracasos de una semana, o una recolecta de relatos en un solo día. Siempre estarás ahí para escuchar las historias de quienes estan dentro de ti.

Pero la labor de un escritor, no se limita a escuchar historias, sino a contarlas, más allá de su imaginación, y la de todos sus lectores.

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