17.1.13

Un Mundo Feliz

Perdonad la blasfemia, pero lo hago a sabiendas que el señor Huxley no se revolverá en su tumba.
Y el caso es que me temo que hoy el puesto no se lo debo Aldous, y bien que se lo merece. Aunque le he prometido que otro día le cedo una birra por aquí, así que tranquilos que vendrá.
Hoy tan solo quería indagar un poco, como suelo hacer en estas entradas filoso-paranoicas, sobre la naturaleza de mi felicidad, obviamente centrada en el ámbito artístico, que es de lo que trato por estos lares. Todo viene porque me he dado cuenta de que a veces alguien me lee. De verdad pensaba que todas esas visitas, que no son pocas mas no demasiadas, estaban hechas por alguna especie de autómata. Además, no se salen de su línea; a menos que copie el enlace de la entrada en alguna red social, porque pienso que lo merece, no por endosar esta bazofia en incorrecta sodomía, el número de visitas oscila en la decena. No llega a los veinte, ni baja de los siete. A veces sube, y a veces baja, pero desde que el antro es antro, el antro es técnicamente, antro visitado.
Y no solo me visitan. De verdad que os cuento, que de vez en cuando me dejan algun que otro comentario. Y de veras que no son halagadores, pero es que me sienta como un orgasmo que un Anónimo, recluido en su chabóla a cinco o seiscientos kilómetros de aquí, me anime a seguir escribiendo.

Tal vez, estoy delirando, pero eso es exorbitante para mí.
Es por eso que muy probablemente, mi mundo feliz esté hecho de anónimos, gente con máscaras, impenetrables, pero que te dejan una ilusión aparentemente empírica. Son esos gargajos de afecto que tienes que guardar para recordar en el momento de enfrentarte con la hoja en blanco. En el momento de vaciarte es cuando tengo que recordar esos dos otros seres inexpresivos que sintieron por su cuenta, que un escritor no les daba el suficiente nectar artístico que necesitan para saciarse. ¿Y es qué no está el escritor hecho de esas flemas? Es la prueba más transparente de que un lector también juega aquí.
Y que la labor de escritor, si desea sentirse realizado, no es más que la preparación de un brebaje que calme la sed de aquellos que quieran beber su arte.

1 comentario:

  1. Ya sabes que no todas las visitas son de anónimos a los que no puedas poner cara, aunque no quieras volver a versela.

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